Devolver los adelantos que nos dejó Al-Ándalus
- Democión
- 14 sept 2019
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El periodo musulmán de Al-Ándalus supuso un avance económico, técnico y social que permitió el desarrollo de la Península Ibérica
Desde la caída del Reino Nazarí de Granada (1492) hasta nuestros días han transcurrido 527 años. Lo que parece casi una eternidad teniendo en cuenta la gran cantidad de etapas, cambios y avances que se han vivido, empezando por el descubrimiento de América hasta llegar a nuestros días de la revolución digital y pasando por periodos tan distintivos como el Barroco, la Ilustración, las Revoluciones Industriales y la Revolución proletaria. Sin embargo, este lapso que parece tan extenso es más breve que el tiempo en el que la Península Ibérica se denominó Al-Ándalus bajo el poder musulmán.
Los musulmanes ocuparon la Península durante más de 780 años, desde su llegada en el 711 hasta la caída del Reino Nazarí de Granada en 1492. Apreciar estos datos sobre la duración del periodo de Al-Ándalus invita a la reflexión, ya que de manera intuitiva pensaríamos que el periodo musulmán en la Península Ibérica duró mucho menos que estos últimos seis siglos. Esto nos demuestra que en relación con las épocas no vividas, pero estudiadas, somos incapaces de hacernos a la idea de la duración real de periodos de tiempo tan largos, ya que la etapa de Al-Ándalus nos suele parecer una etapa breve de nuestra historia, cuando los datos señalan que no fue así.
Esta percepción temporal errónea puede deberse al sistema educativo. Los libros de texto utilizados en los centros educativos únicamente suelen dedicar una unidad temática, dos a lo sumo, a estos siete siglos, que se tratan como homogéneos, mientras que, a partir de 1492 la mayor parte de los temas abarcan un único siglo que se expone con mayor detalle. Este hecho nos puede llevar a reflexionar sobre el porqué de esta diferenciación, y las respuestas pueden ser múltiples. Una de ellas es la clara diferencia de los protagonistas en estas etapas tan distintas de la Historia. En el periodo de Al-Ándalus los protagonistas son los pueblos árabes, con un tono más oscuro de piel y una religión distinta al cristianismo, rasgos que en occidente se consideran distintos a los propios de la población autóctona. ¿Se deben por lo tanto estas elecciones educativas al supremacismo blanco y cristiano? ¿Acaso no forma parte de nuestro ADN el pasado arábico?
Desgraciadamente, el odio hacia las personas musulmanas se está acrecentando en España, como indica Eliseo Oliveras en “La UE alerta del aumento del racismo y la xenofobia en España”, El Periódico. Tal vez este odio está causado por el desconocimiento y agravado por las crisis económicas, migratorias y de seguridad vividas durante estos últimos años. Tras la crisis económica del 2008 se experimentó un auge de la xenofobia, debido a la creencia de que los inmigrantes venían al país con el objetivo de arrebatar a los españoles los pocos puestos de trabajo disponibles, pero esta situación se ha agarbado durante los últimos años tras las crisis migratorias provocadas por los conflictos en Oriente Medio. Esta migración se ve representada en los medios de comunicación mediante los naufragios de las pateras en el Mediterráneo y los saltos a la valla de Ceuta.
Las noticias falsas también han aumentada dando lugar a numerosos bulos de infiltraciones terroristas y violencia, que en muchos casos se han producido en otros países y que consiguen una mayor transcendencia gracias a las redes sociales. Además, en la esfera política el miedo hacia el extranjero, hacia lo desconocido, ha sido empleado como estrategia, se ha utilizado una política del miedo que ha llevado al poder a dirigentes como Jair Bolsonaro y Donald Trump; y ha impulsado a partidos de extrema derecha como Vox en España o La Liga Norte italiana de Matteo Salvini.
En la época medieval, los pueblos musulmanes representaban la cúpula de la cultura y la modernidad. Se trataban de comunidades más avanzadas tecnológica, social y culturalmente. Mientras que en los Reinos Cristianos del norte de la Península la única religión permitida era el catolicismo, en Al-Ándalus existía libertad de culto, aunque los judíos y mozárabes debían pagar mayores tributos. Fueron los musulmanes los responsables de la introducción en la Península de grandes avances y materiales como la agricultura de regadío, la numeración arábiga, el lino o las especias. Todos estos adelantos sirvieron para un gran desarrollo económico y cultural en la Península. Tampoco debemos olvidar todas las edificaciones construidas en el territorio y que actualmente forman una importante parte de nuestro patrimonio cultural, caben resaltar grandes figuras arquitectónicas como la Mezquita de Córdoba, Medina Azahara, el Palacio de la Aljafería, la Torre del Oro o la Alhambra.

Ese gran desarrollo y esplendor cultural se frenó con una radicalización de la fe y el comienzo de grandes enfrentamientos bélicos, tal y como lo expone Jesús Mosterín en “Esplendor y miseria del islam”, El País. Ahora es el deber de occidente devolver todos aquellos avances a los países islámicos que se encuentran es situaciones extremas, urge comentar que, por supuesto, los musulmanes que se afincaron en la Península no lo hicieron por caridad, pero es hora de prestar ayuda a los inmigrantes y refugiados que llegan a Europa huyendo de la guerra y la miseria, es hora de dejar de financiar a regímenes que discriminan a la mujer y que explotan al pueblo.
Abderramán I es el primero de los omeyas que llega a la Península Ibérica. Se instala en el territorio intentando huir de la persecución que terminó con el asesinato de toda su familia. Podría tratarse de uno de los primeros “refugiados” de la Península, y contribuyó al gran esplendor cultural de Al-Ándalus.
La Historia nos muestra cómo es posible un estado de convivencia en el que todos nos enriquezcamos de culturas y conocimientos extranjeros que permitan el desarrollo global y una mejora de la calidad de vida en distintos países del planeta. Un gran ejemplo de este modelo pudo encontrarse en el Toledo de las tres culturas. Tras la conquista de Toledo por parte de los cristianos se instauró un modo de vida tolerante en el que convivían cristianos, musulmanes y judíos, cada uno con sus instituciones religiosas propias dentro de la ciudad, lo que podría servirnos actualmente de ejemplo para construir una sociedad inclusiva y respetuosa.
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